El Gaucho

Todos, alguna vez, hemos visto y leído sobre nuestro ser nacional, que es el gaucho. Pero… ¿Sabe usted qué es y qué significa el gaucho? ¿Cuándo aparece por primera vez? ¿Qué se pensaba de él en épocas pasadas?

Todo eso y algo más, pienso contarle hoy, en esta página de nuestra tierra.
Hacia el año 1742, aparece en documentos de habla española, la palabra gauderio. Dicha palabra, tiene por origen la voz portuguesa "gaudear", que significa: vivir libre y sin control, que lleva como agregado, cosas como algo vago y malevo; este gauderio era alguien muy especial, ya que sólo trabajaba cuando lo necesitaba.

Pero, poco dura este nombre para nuestro personaje, ya que en el mismo siglo, en el año 1772, hace su aparición en documentos españoles, la palabra gaucho.

¿Qué significaba gaucho en la época? El que sin oficio ni beneficio, hacienda o renta y vive sin saberse de que le venga la subsistencia.

¡Linda clase social! La del gaucho, ya que se componía de toda clase de hombres: indios, criollos, emigrantes, desertores militares, marineros que se fugaban de los barcos que atracaban en el virreinato.

Una clase de hombres que da que pensar, sobre su comportamiento. No tenían: Dios, ni ley, ni orden.

Odiaban la ciudad, porque representaba todo lo que significaba orden y autoridad.

Ni las mujeres, se salvaban de su barbarie, que las había una por cada 100 hombres, cuando una les gustaba, por la noche, se deslizaba hasta su cuarto.

Tenían motivos de sobra, para tanto coraje, se enfrentaban, todos los días, cara a cara con la muerte al arrear ganado salvaje y al enfrentarse con los indios.

Un territorio donde la ley era la del cuchillo. Con el cual mataban una persona, con la misma frialdad que a una bestia.

La violencia, se medía a facón, el enfrentamiento entre dos hombres, es con ciertas reglas de juego.

La base, es el arrollar el poncho en la mano izquierda y el cuchillo en la derecha, no se permitían el hachazo ni el planchazo, que eran llamados golpes inferiores. Martín Fierro dice que el cuchillo siempre debe salir cortando, y el gaucho daba claro ejemplo de ese hecho, al colocar el cuchillo, de tal forma, que al mover el codo tocaban la empuñadura.

Y ni hablar de su vestuario: siempre mal vestido; bota de potro, calzoncillo cribao, poncho como chiripá, faja y cinto, camisa, chaqueta, pañuelo al cuello, poncho y sombrero de ala corta como barbijo, lo mismo que el cuchillo infaltable prenda de vestir, donde muchas veces tejidos y colores no tenían nada que ver. Siendo esta la gala del más galán de los gauchos.

Para completar su imagen, sus costumbres: ya que con la mezcla de hombres, de diferentes razas, que componen esta clase social, todos aportaron sus hábitos y costumbres a la misma.

A pesar de todo, hay alguien a quien respetan: al caudillo y aparece cuando un grupo de hombres ven la necesidad de agruparse en torno a él, porque respetan características que ellos no tienen.

El caudillo es la dura figura de un jefe, que va a guiar a todos por el camino que eligieron.

Después de la finalización de la Guerra Grande, poco a poco el gaucho va perdiendo su libertad, la campaña se pacifica y van apareciendo nuevas poblaciones. Pero el gaucho, siempre va a reaparecer en las revoluciones, renace cada vez que el desorden cunde en la campaña.

El vestuario se va modernizando, bota fuerte, bombacha con saco y chaleco naciendo juego, camisa, faja y cinto, sombrero de fieltro con barbijo. Ya las reglas de urbanidad marcaban el dejar el cuchillo al entrar a una reunión.

Además contaba siempre con el infaltable naco (tabaco para picar, sumergido en melaza con alquitrán).

Nuestros gauchos, que siempre fueron excedentes jinetes. Tanto en la guerra como en el trabajo con sus diversiones: taba, cuadreras, carreras de sortijas y otras. Un grupo de hombres que amaron su libertad y murieron defendiéndola

Cuando vea a un gaucho machazo saludo le debe dar, porque es el heredero, no sólo de una clase social, sino ya de una raza que forjó nuestra tierra.

¡El gaucho, nuestro gran ser nacional!


Publicado: Setiembre/1984; Revista Norte Nº 4